EXILIO: OTRA VERGÜENZA DE LA “DEMOCRACIA”

Chile tiene vergüenza o desvergüenza. Una de dos pienso yo, sin matices, así de extremo. Políticos y economistas pretenden hacernos creer que las cosas son bastante más complicadas de lo que en realidad son, pero casi todas las macro situaciones son comparables a la vida diaria y al sentido común.

¿Qué suele hacer el ciudadano de a pie cuando algo le resulta vergonzoso? O lo esconde, o simplemente le da lo mismo porque es un descarado de los mil demonios. Eso pasa en Chile con el exilio.

Y ojo, que no hablo de la época de la dictadura –que sólo unos pocos desquiciados fanáticos todavía justifican sus acciones-, sino de un puñado de chilenos y chilenas que son víctimas de este castigo, después del advenimiento de la “democracia”. Un llamado gobierno de transición que no supo qué hacer con los presos que había encerrado el general Pinochet, no se le ocurrió nada mejor que exiliarlos. ¡Asunto arreglado! ¡No más presos políticos! ¡Pa’fuera y echarle tierra!

Casi todos, si no todos, fueron procesados por fiscalías militares (inaudito en una democracia: civiles juzgados por militares) y encerrados con base en testimonios o confesiones obtenidas bajo tortura. Todo esto consignado en el Informe Valech, resultado de la investigación realizada por la comisión del mismo nombre que en 2004 salió a la luz pública –porque no faltará quien diga que me lo he inventado yo-.

¿Qué país del mundo condena a prisión o exilio a procesados bajo estas condiciones?: ¡Chile! Y todo esto sin siquiera entrar en el debate de si se justifica o no la respuesta violenta en contra de un gobierno dictatorial, violador de los derechos civiles, los derechos humanos, que torturó y asesinó impunemente durante 17 años.

Estas personas, que hoy viven un destierro forzoso, son reconocidos luchadores en contra del gobierno militar, que le declaró la guerra a todo aquél que pensara diferente. Que sistemáticamente impuso el terrorismo de Estado, allanando poblaciones enteras avanzada la noche y entrada la madrugada, maltratando gente y despareciendo a otras tantas. Separando familias y condenándolas a la distancia y el estigma social.

Hay quienes todavía justifican sus fines, pero ni siquiera en la derecha (heredera de los beneficios de la dictadura), hay muchos que se atrevan a justificar los métodos. Y resultado de la oposición a esos métodos es que hoy existen chilenos y chilenas viviendo en el exilio. ¡Todavía! Aunque la justicia internacional rechaza el desarraigo como castigo, este Estado mantiene la prohibición de ingreso al país de quienes actuaron de manera excepcional ante una situación excepcional.

Eran más de 400 los prisioneros políticos que el primer gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia heredó de la dictadura en 1990. La mayoría salió de las cárceles con beneficios penitenciarios y con rebaja de penas: No indultados como se esperaría del retorno a la democracia. Un grupo decidió fugarse de las cárceles y escapar a países que los acogieran. Y otro pequeño grupo, acusados de hechos de sangre, recibió la oferta de condonar la pena de presidio por exilio. Le llamaron extrañamiento. Yo prefiero decirle por su nombre: destierro.

El resultado, repito, porque hay que repetirlo: Aún hay chilenos y chilenas que viven un exilio forzoso, porque su alternativa es retornar y que los encierren a terminar con sus condenas.

Las veces que he intentado explicar esto a personas de diferentes tendencias políticas fuera de Chile me dicen que debo estar equivocado. Que debe ser gente expulsada en la época de Pinochet. Me miran con extrañeza, hasta desconfianza. La verdad es que en este país, lo extraño se volvió normal. Era normal esconder una postura que no fuera la oficial. Era normal quedarse en casa durante años después de cierta hora y anormal reunirse más de seis personas sin temor a represalias.

Es anormal todavía (o por lo menos sospechoso), que una persona reclame por sus derechos y una buena mayoría señala con el dedo a quien se atreve a hablar de colectivo, bien común o alzar la voz reclamando dignidad.

Chile tiene una deuda. No eludamos el tema: acá directamente se torturó y se encarceló a personas que hoy siguen siendo castigadas. Sus familias también siguen sufriendo la ausencia.

¿Hasta cuándo durará esta transición que nos limita el derecho de actuar con justicia? La justicia (redundo intencionalmente), acá, sigue siendo un problema de tribunales. Pero hay quienes pensamos que es un valor universal que le queda grande a las leyes y que no se puede seguir usando esa palabra para justificar el abuso y la infamia o acomodándola a situaciones particulares cuando el tejado de vidrio está que se revienta encima. Pero claro, en Chile, pensar así no es normal.

EN LAS HONDURAS DE LAS AMÉRICAS

Terrible pero cierto. La misma Escuela de las Américas (EA) que propició las famosas dictaduras militares latinoamericanas; que ahora tiene sede en Fort Benning (Georgia); y que entre 1946 hasta 1984 estuvo ubicada en Panamá, tiene mucho que ver con el golpe de Estado y conspiración política que afecta a Honduras en estos días.

Aunque los optimistas quieren ver en el color de piel del nuevo Presidente estadounidense una luz de esperanza, la verdad es que los militares autoritarios y los políticos serviles todavía abundan en nuestra América (nuestra, porque está compuesta de 35 países, con 17 dependencias; además de tres departamentos franceses y un estado libre asociado con Estados Unidos, sólo uno de los países que la conforman).

Y si bien las condiciones geopolíticas para instaurar las dictaduras de las décadas de los 60 y 80 (datos del Pentágono) hoy no están dadas, no podemos seguir siendo tan inocentes y pensar que sus tentáculos no continúan adheridos a lo que hacemos o dejamos de hacer en el continente. Su misión fue, y sigue siendo, dentro del marco de la llamada Doctrina de Seguridad Nacional: “Preparar a las naciones latinoamericanas para cooperar con Estados Unidos”.

Poco antes del reciente golpe promovido por los poderes judicial y legislativo en Honduras, el Presidente Manuel Zelaya despidió al jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, Romeo Orlando Vásquez Velásquez. El general se negó a dimitir, y recibió el apoyo de los jefes de todas las ramas armadas del país centroamericano. ¿Qué democracia que se respete puede permitir que un general se niegue a acatar las órdenes del Presidente de la República?

Se entiende, si sabemos que el mentado militar fue alumno destacado de la Escuela de las Américas (EA) en dos oportunidades por lo menos: En 1976 y 1984. También lo fue el general Luis Javier Prince Suazo, comandante en jefe de la Fuerza Aérea, el año 1996; y sabemos que esta rama jugó un papel fundamental en el golpe hondureño, puesto que en una de sus bases fue recluido el Presidente Zelaya antes de ser despachado a Costa Rica.

En Estados Unidos hay voces que han denunciado el intervencionismo de la también llamada “Escuela de Asesinos”. El congresista Joseph Kennedy ha declarado: “La Escuela de las Américas (EA) del Ejército de EE.UU… es una escuela que ha producido más dictadores que cualquier otra escuela en la historia del mundo”, por citar sólo un ejemplo.

Sin ir más lejos, y volviendo a Honduras, en 1975 Juan Melgar Castro se convirtió en dictador y recogió su poder a otro graduado de allí: Policarpo Paz García, quien se destacó por reforzar la represión y los asesinatos atribuidos al batallón 3 – 16, escuadrón de la muerte conformado por graduados de la EA hondureños y compañeros de clase de la dictadura argentina.

Por otro lado, el general Humberto Regalado Hernández, es un hondureño representado en la Galería de la Fama de la EA, y como tal, se negó a actuar en contra de los involucrados en el escuadrón de la muerte mencionado cuando se reestableció la “democracia” en el país.

Más ejemplos abundan en ese país y no decir en distintas partes del continente. Pero lo que preocupa es la señal que pueda dar el recién electo Barack Obama, quien aún no suprime el apoyo militar y económico a Honduras (6 de julio) como es supuesto hacerlo ante una intervención a la soberanía y democracia de un país. Una señal difusa que puede ser interpretada como peligrosa.

Del mismo modo, la negativa del Presidente estadounidense de reunirse con el derrocado Presidente Zelaya, es una actitud tibia, por decir lo menos, frente a unos hechos que toda la región se ha apresurado a repudiar. Sólo lo recibió el martes pasado (7 de julio) la ex senadora y secretaria de Estado, Hillary Clinton, cuando la situación ya era insostenible.

Hay que esperar unos días más, puede ser que estén estudiando los antecedentes antes de tomar una decisión, pero pienso que hay que apretar el acelerador para definir la posición del país del norte frente a esta manifestación de fuerza y prepotencia de los militares formados en su seno.

El domingo 5 de julio, Isis Obed Murillo, de 19 años, cayó, desarmado como estaba, al piso cercano al aeropuerto por una bala de fusil que impactó su nuca, disparada por un soldado hondureño. Según una crónica de El País (España), el hospital que visitó el periodista estaba atestado de heridos de bala. Todas personas que se manifestaban desarmadas en contra de la intervención. ¿Hay que esperar a que mueran cuántos más?

CHILE APLICA LEY DE EMBUDO CON LA INFORMACIÓN

Suma y sigue, perdonará la extensión del párrafo siguiente, que para ejemplo ya está MUY RESUMIDO. Qué más quisiera yo, que la lista de violaciones a la libertad de informar fuera más corta:

Elena Varela, documentalista (7 de mayo de 2008). Confiscado su equipo y sus cintas. Procesada por ley antiterrorista; Marcelo ‘Chino’ Garay, periodista free lance (17 de mayo de 2009). Confiscado su equipo fotográfico y teléfono celular. Procesado por violación a la intimidad y a la propiedad privada; Sebastián Larraín, codirector de El Ciudadano (18 de junio de 2009). Destruida su cámara de video. Encarcelado por más de diez horas sin cargos en su contra; Dos estudiantes de comunicación audiovisual, de la Universidad UNIACC (20 de junio de 2009). Detenidos por más de 12 horas, por no obedecer la orden de carabineros de no informar desde el lugar de los hechos; Ariel Rojas, reportero de El Polémico, de Tocopilla. (21 de junio de 2009). Acusado de ‘atentado en contra de la autoridad’.

Denuncias sobran para una clara política que obstaculiza la labor de los periodistas que no resultan funcionales al orden establecido. Todos los mencionados cubrían hechos de resistencia, por parte de grupos organizados, que reclaman ante la falta de respuesta o, por lo menos, atención seria del Estado para sus demandas.

Todo indica que hay una clara intención de invisibilizar los otros mundos que subsisten en el Chile de hoy. Esos mundos que contrastan con la imagen-ejemplo de democracia que en estos días proyectara la presidenta Bachelet desde la Casa Blanca, atendiendo la solicitud de consejo por parte del mediático Barack Obama para el manejo de la crisis (¡por favor!).

“Está prohibido mirar”, dijo Garay al ser consultado de las razones por las cuales Carabineros lo detuvo en territorio mapuche y pasó su caso al Ministerio Público. Parece que la policía busca generar ambientes de miedo para que los periodistas no hagan el trabajo que les es propio: Investigar antes de informar y buscar los distintos puntos de vista. Eso se refleja en la forma en que son tratados cuando no se limitan a la versión o presión oficial.

En las calles, ante la protesta social, intentan alinear y ubicar el ángulo desde el que se tomen las imágenes o incluso los testimonios durante las manifestaciones de protesta. Y quien no lo haga: “Aténgase a las consecuencias”, parecen decir con la forma en que son reprimidos (caso de los estudiantes UNIACC en el Mapocho, cubriendo el desalojo de los manifestantes de ANDHA).

Del mismo modo, las personas que deciden confiar en algunos de los comunicadores que se asoman a buscar las perspectivas de la realidad más allá del hecho noticioso, también son reprimidas, como lo demuestra el acoso que han denunciado cercanos a Elena Varela y Marcelo Garay. Un allanamiento de una casa campesina por parte de 200 uniformados no sé si pueda ser interpretada de otra forma.

Lo peligroso, lo verdaderamente inconcebible, es que la Institución del Orden y Patria, no tiene respuesta ante el abuso de sus oficiales, más allá de la flagrancia cuando son descubiertos por cámaras ocultas. El general Gordon traspasa la responsabilidad al Ministerio Público, ante un requerimiento del Colegio de Periodistas y ellos no dan respuesta ante la solicitud de los periodistas de recuperar sus herramientas de trabajo.

¿Quién responde? Al menos las instituciones del Estado no: ¿Puede ser entendido de otra forma? A mí me parece intervención y una forma de censura. Construcción de una política de exterminio del periodismo serio o reducción a su mínima expresión, renunciando a la burda amenaza, pero sigue siendo burda igual.

Me parece intimidación y política del miedo. La misma de la que tanto reniegan los funcionarios estatales cuando emplazan a la derecha para recordar épocas que no deseamos repetir.

La ley del embudo le llamaba mi abuelito: Ante una legislación débil en defensa de la libertad de expresión y prensa, parece que es la única que se aplica y obviamente la parte angosta la llevan los profesionales de la prensa y la ciudadanía que reclama.

EL DESCARO DE LOS "HONORABLES"

Hoy estoy enojado. La verdad es que es el colmo del descaro. Ni de bromear dan ganascuando uno se entera del grado de desfachatez que alcanzan algunos personajes delCongreso Nacional.

Hay que decir que si bien es cierto que el problema es de muchos, el desconsuelo es denosotros los tontos que seguimos eligiendo a los mismos y las mismas que hacen partede la jugarreta politiquera que se enquistó en nuestra forma de entender la democracia.El mal se extiende por toda nuestra América, y si bien esta institución suele ser una delas que carga con la menor credibilidad, seguimos acudiendo a las urnas a validar a estagente desvergonzada.

En Chile les llaman ‘Honorables’. ¿Se puede entender eso? Resulta que estosfuncionarios públicos, que copan los minutos y centímetros dedicados a la política enlos medios de comunicación; que moralizan, pontifican y descalifican y se autoerigencomo los paladines de la justicia; que apelan a la sensiblería y recurren a las necesidadesde la gente para discursear pidiendo votos, ni siquiera cumplen con asistir a la sala.El miércoles pasado, en el programa Informe Especial, de Televisión Nacional de Chile,demostraron con imágenes indesmentibles, las mañas y malas prácticas de un altísimoporcentaje (la gran mayoría por cierto) de los diputados y diputadas, cuyos abultadossueldos son pagados con el erario público. Los mismos y las mismas que decidennuestras leyes y normatividad interna.

Sólo por citar unos cuántos ejemplos: Se vio cómo llegaban en la mitad de la mañana amarcar su asistencia y en menos de 5 minutos ya salían para tomar sus autos ydevolverse a Santiago. Parlamentarios votando en lugar de sus compañeros ycompañeras de bancada. Interminables conversaciones telefónicas en que nadie sepresta atención durante los debates de leyes trascendentes para el país.Y tres joyas sacadas con pinzas: Uno actualizando su página de Facebook cuando era suturno exponer. Otro al que se mostró dando explicaciones bizantinas cuandoevidenciaron que las supuestas sedes que declara (para las que recibe una asignación dedinero) eran las casas particulares de dos de sus colaboradores. El último, el colmo deldescaro, consultando la página de las carreras de caballo para decidir por qué animalapostaría el fin de semana.

Yo me preguntaba por qué clase de animal votaríamos este fin de año –por aquello deque los seres humanos somos animales políticos, no se vaya a pensar otra cosa-. Y tratéde buscar una página de Internet que me mostrara la calidad y el trabajo de los elegidos.Me fue mal. Lo que hay es una mala propaganda de lo que se “supone” que hacen.Lo que más me preocupa es lo que pasó al día siguiente. El presidente de la Cámara deDiputados pidiendo disculpas: “¡No está mal pedir disculpas cuando uno se equivoca!”,dijo. ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿??????????????? ¡Eso tuvo cobertura y nadie le preguntó sihubiera pedido disculpas si no los hubieran denunciado!

Por otro lado, lo que queda es una sensación de desazón horrorosa. La mayoría de loscomentarios: “Es que al menos deberían asistir”, decía la gente. ¡Increíble! Nosquedamos pidiendo que cumplan con un mínimo: ¡Que al menos vayan y se queden enel trabajo! Como si los más de 7 mil dólares que reciben al mes no fuera suficiente paraal menos comportarse con cierta decencia. Sobre todo cuando el sueldo mínimo acá noalcanza ni a los 300 dólares. Y eso sin contar que el último índice oficial de desempleoes del 9.8%.

Me da mucha impotencia saberme inútil ante esta evidencia de lo que ya todos y todassabíamos. ¡Y todavía me preguntan que por qué les cargo tanta bronca! ¿Qué más sepuede esperar? ¡Es que estos personajes juegan con las ilusiones de la gente! ¿Cuánto yqué más hace falta para que se tomen cartas en el asunto? ¿El Estado no debe hacersecargo de que funcionen los órganos de control y fiscalización?

Si me piden que sea proactivo, y aunque no sea mi función, propondría que los quemenen la hoguera.

Aunque para ser justos, tampoco podemos decir que son todos y todas ¿No? Siemprehay un pequeño grupo: La excepción que confirma la regla.

FUNCIONALES A UN SISTEMA PERVERSO

Apelar a la moral es un terreno escabroso en el Chile de hoy. Hace veinte años, o tal vez más, todavía era posible generar convocatoria alrededor de temas éticos o apelando a la justicia. Actualmente a uno lo miran como un bicho raro cuando se atreve a afirmar que hay cosas que son inaceptables desde esta perspectiva.

¿En qué mundo vives? Se atreven a decir, los que se atreven, porque un gran número sólo lo sugiere. Cosas concretas, macizas, pragmáticas, son las únicas que sirven de argumento ante un mundo cuyo verbo favorito es producir.

El mundo de la productividad y la lógica empresarial domina nuestro entorno de una manera alarmante. “¿No te has dado cuenta que el mundo es como es y no hay nada que hacer?” Ó “Es lo que hay”, me repiten con demasiada frecuencia en el recorrido diario y eso me asusta.

El respeto, el honor, la palabra empeñada, la justicia, la solidaridad, el bien común, son palabras distantes que parecen ajenas y anacrónicas. “Sigues en el pasado. Te quedaste pegado”. ¡Pero si las consecuencias de lo que pasa en Chile las vivimos a diario! ¡Es un tema de hoy!

El exilio de chilenos y chilenas que lucharon contra la dictadura es algo que convive con una sociedad amnésica, casi esquizofrénica en pleno 2009: Por una parte el Estado reconoce que estas personas fueron torturadas para obtener confesiones que se usaron para condenarlas, al punto que se trata de reparar el daño y mensualmente les deposita una cantidad en sus cuentas de banco. Y por otra, se les prohíbe pisar suelo chileno.

La persecución del pueblo mapuche, que es sistemáticamente estigmatizado y perseguido con una ley antiterrorista heredada de esa dictadura de la que reniega el Gobierno. Pero ¡Hay de quién se atreva a cuestionar la represión del Estado! Se le encarcela o se le persigue por “peligroso o peligrosa”. Hace dos semanas que le quitaron su equipo fotográfico al periodista Marcelo ‘Chino’ Garay, por ir a investigar en terreno –lo mínimo que se puede pedir a un periodista-, y los Carabineros en la impunidad: El procesado es él.

Una ley de Amnistía pesa sobre nuestra institucionalidad y caminan por la calle los uniformados que hicieron ‘samba y canuta’, mientras los ojos de la ONU nos observa y nos “sugiere” que esas cosas no se hacen. Pero lógico, ellos no vivieron lo que nosotros en dictadura y no saben que en Chile tenemos que tratar con cuidado a nuestros militares.

Y hablando de ellos, sin ir más lejos, las cantidades exorbitantes de dinero que se gastan en armamento, para defendernos de otro enemigo invisible que nos pueda llegar a amenazar, mientras se mantiene durante más de un mes a los profesores de la educación pública en paro por una demanda de un dinero que se les adeuda desde el año 2007: ¡Y los revoltosos son ellos!

Se negocia con la minera Barrick Gold entregar los glaciares de Pascua Lama, en Huasco Alto, a cambio de un porcentaje del oro que extraigan. Una aberración ambiental impresentable. Y a eso le llamamos progreso, al fin y al cabo esta empresa producirá lo que nosotros no podemos, para seguir ensanchando nuestras arcas y estar preparados para otros futuros tiempos de crisis.

El desempleo llega al 9,8% y la ministra Claudia Serrano pide que los jóvenes no presionen el mercado laboral y se queden en casa. Imagino que para que las cifras no sigan aumentando.

Los diputados son descubiertos en prácticas vergonzosas en un reportaje de Televisión Nacional que, aunque desbalanceado, denuncia que muchos ‘honorables’ ni siquiera cumplen con un mínimo en el ejercicio de sus funciones. Y resulta que se reclama a los periodistas por exacerbar la mala imagen con que ya cuenta esta institución entre la ciudadanía. Pero de ahí no pasa y en un par de semanas ya nadie dirá nada.

Podría hacerse una lista interminable de ejemplos que demuestran que algo, estructuralmente debe ser cambiado, pero los juicios morales son desestimados y resultan estériles o al menos insuficientes para tomar cartas en el asunto.

Parece que la democracia nos durmió como a la bella del bosque. Descansamos peligrosamente frente a la pantalla a la vuelta de una jornada ‘productiva’ -¿Para quién?, me pregunto-, y esperamos que aquellas personas a las que respaldamos con un voto resuelvan las cosas que nos preocupan: El asunto es determinar qué es lo que nos preocupa realmente.

Nos volvemos funcionales a un sistema perverso, que acentúa las diferencias y perpetúa la abulia colectiva y por tanto la momificación del poder. Eso nos vuelve por lo menos cómplices, si no hacemos nada por cambiarlo o denunciarlo. Pero obvio, para eso primero hay que salir de la modorra y desearlo.

LA CRISIS ME TIENE "CHATO"

La crisis financiera me tiene ‘chato’. Prendo el televisor, busco un dial de noticias en la radio, voy a la panadería o en el bus que me lleva cada semana a hacer un trámite. ¡Todo es culpa de la crisis!

No estoy seguro si me tiene más agotado la farandulera televisión chilena que llena sobre el 70 por ciento de sus espacios con la última ‘copucha’ del desfile que hizo una tal Coté o este temita que es abordado por analistas de economía que con una desfachatez impresionante no hacen mención al fracaso de un sistema que nos han vendido en las últimas décadas, sobre todo cuando la larguísima Guerra Fría vio un ganador con la caída del Muro de Berlín.

El sistema nos vendió un cuento que ahora se desploma, pero curiosamente, como al tiempo que se imponía nos iban despojando de la capacidad crítica y -me arriesgo a afirmar-, incluso de pensar, ahora nadie cuestiona que el origen de lo que vive el mundo desarrollado es producto de un sistema voraz que impone el “sálvese quién pueda” como forma de relacionarse, o dicho de otra forma el “individualismo salvaje” como una lógica inapelable.

Y aunque la historia nos ha demostrado que la teoría del complot es mucho más real de lo que deseamos reconocer, seguimos pensando que este tipo de situaciones es resultado de algún maleficio que nos ha caído o de la mala suerte y tendremos que sufrir calladitos mientras con el sacrificio de todos podemos salir adelante.

¿En las cuentas de quién están los miles de millones de dólares de los años de auge? ¿Quiénes seremos los que tengamos que apretar el cinturón y estrujar las billeteras con este momento económico mundial? Momento que durará no menos de tres años según la experticia más optimista (esto en febrero o marzo), aunque en las últimas semanas el terror no era tal. ¿Nos hemos preguntado en qué se invirtió el dinero de las ganancias de las grandes transnacionales y las grandes empresas del mundo? Claro está que no fue en la generación de empleo. Porque una vez expulsada la gente, ya podemos superarla.

Haciendo un análisis alegre, he visto cómo se llenan los galpones de la Peugeot, la Coca Cola, Caterpilar, y ni hablar de la empresa armamentista o tecnológica, con máquinas que hacen el trabajo de por lo menos diez operarios que ahora están sin trabajo. Producto del sudor de tanta gente que se fue a la casa agotada, sin tiempo ni el ingreso suficiente para educarse y crear los nuevos puestos de trabajo que prometía este sistema.

Pero ahora nadie responde por este cuento inventado e impuesto. Por esta pomada que nos vendieron para aliviar el cáncer. Aunque no nos hagamos los de la vista gorda por comernos enteros los bocados de este amargo alimento. Sin masticar, uno pasa la comida y no la procesa. Aceptamos callados y ahora sufrimos gritando.

Dicho de manera directa: Millones de personas asistieron a los talleres y las fábricas a generar el ingreso que le permitiría a los dueños despedir a los futuros empleados que ahora se quedan sin empleo. El sistema no funciona y el mundo se acopla. Ahora las súper potencias del mundo lloran la escasez y, obvio, quienes tendremos que alimentarnos de sus lágrimas seremos los de siempre.

Para mí el pánico por la escasez no es tal: Nunca he tenido ni ha sido mi objetivo en la vida tener. Igual me he de rebuscar y correr a donde pueda generar el ingreso que me permita subsistir. Sólo que mis fuentes de ingreso se verán restringidas, pero no porque no exista el recurso para contratar mis servicios, sino por un miedo imperante e impuesto, que nubla la vista y atrofia la capacidad de luchar en equipo.

Pero, en definitiva ¿No somos causantes de nuestro propio destino? Se cosecha lo que se siembra y no se puede tener lo que no se cultiva. Nuestra sociedad no es generadora ni de esperanza ni de solidaridad. Y así vagamos, en esta crisis o en otra, buscando cosas que las cosas no nos pueden dar.

*Periodista. Viajero desde 1995 de países como Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Volvió a radicarse en Chile en diciembre pasado. Sus debilidades: derechos humanos y a la información.

¡VOTE POR MÍ!

¡Estoy feliz! He descubierto que puedo ser presidente y me siento tan emocionado que necesito compartirlo con alguien. Por suerte me di cuenta estando en Chile, porque es una lata (molestia) tremenda hacer los trámites de residencia y nacionalización. Así me lanzo con los papeles en orden. Además, según lo prueba la soltería de la actual presidenta, acá ni siquiera necesito buscarme a alguien como la glamorosa Michelle Obama, para que me acompañe en la campaña.

Prometo educación para todas y todos (nótese mi manejo del género políticamente correcto). ¡La única forma en que saldremos del subdesarrollo es apostando por la educación de calidad! En mi Gobierno, daremos becas para todas y todos (nótese otra vez). ¡Habrá salud a todo nivel y abriremos las clínicas privadas para los sectores más desfavorecidos! ¡Y empleo! ¡A nadie le faltará el trabajo!

Ahora, por favor, no me pregunte cómo. No sea latero (a) (aburrido o aburrida), mire que eso no lo explica nadie ¿Por qué yo? Si mi candidatura a la presidencia de América Latina (¿Por qué no? Si todos soñamos en lo mismo que Bolívar, no es prerrogativa de los tan de moda bolivarianos y bolivarianas).

Yo soy un político moderno, así que no me pida temas de fondo, ni mucho menos me presione para que le ofrezca detalles de mi programa de Gobierno. ¿No ve que necesito ajustar mi agenda para participar en los conciertos de los artistas que me adhieren? Y además, escuchar a mis asesores y asesoras para que me orienten cuál es el reality de moda para ver si logramos instalar un debate con mi principal opositor (que en el fondo es lo mismo que yo), justo cuando se de el repechaje, en momentos de la mayor audiencia. Todo esto se lo digo con una gran sonrisa en la boca, por supuesto, no vaya a pensar que no he aprendido que siempre hay que sonreír.

La clase política dice qué, pero nunca dice cómo, así que se me hace fácil sumarme, sobre todo ahora que estoy sin trabajo y en cada sitio donde escribo han tomado la costumbre de no pagar. Obvio, como a mí me encanta, esto no se puede considerar un trabajo. Así que decidí crecer de una vez por todas y dedicarme al “noble” oficio de gobernar.

De cualquier modo, y por fortuna, no hay movimientos ciudadanos en nuestros países que me obliguen a cumplir las promesas. Tampoco me preocupa hacerlo bien, igual ya no hacen falta líderes bien capaces: Para eso está el partido que, con alianzas incluidas, se encargará de elegir a mis asesores en diversos ámbitos y siempre queda la oportunidad de renegar de mi agrupación política y retirarme en mitad de mi mandato.

Otro beneficio: Me adjudico un sueldo de por vida y con eso me puedo dedicar libremente a contar historias y a fotografiar sin preocuparme de qué echar a la olla. ¿Qué es una motivación egoísta? ¿En que siglo vive? ¡Obvio!, un representante de nuestro tiempo difícilmente puede perder el tiempo pensando en el bien común. ¡Individualismo salvaje al poder! Pero otra será la consigna para la campaña y los medios de comunicación. ¿Le parece? Ya buscaremos algo que suene bien.

Pero bueno, como esta es una conversación privada, entre nosotros queda y de pronto se gana un Ministerio ¿Estamos de acuerdo? Es que de todos modos hace falta al menos desahogarse cuando uno toma este tipo de decisiones fundamentales en la vida.

Así que, usted señorita, señora y señor: ¡Vote por mí! No tengo plata pero la tendré cuando termine mi mandato. ¡Apoye mi candidatura! Verá que no le defraudaré y seré un fiel representante de nuestro tiempo –esto coherente con lo que pienso y estimo del tiempo que vivimos-.

De cualquier forma ¿Qué puede perder? Peor de lo que estamos no se puede. De pronto una persona así de desconocida logra lo que los otros no. Le podemos dar con el palo a la piñata. ¿O vamos a seguir escogiendo a los mismos y mismas de siempre? A la larga ¿No llevan demasiado tiempo perpetuando la dominación de estos mismos y las mismas? Ya es hora de que escojamos a alguien que se nos parezca y que esté igual de jodido que uno.

Si a la larga, digámoslo claro, desde que nos robaron la ilusión, los políticos y políticas de este nuevo siglo son el fiel reflejo de lo que el sistema deja que sean. Sólo hay que buscar un buen lugar que nos permita vendernos. Y para eso está la gente, para que nos voten y nos suba el precio. ¿Qué más puede perder?: ¡Vote por mí!

DICTADURA O SISTEMA ¿QUIÉN DIJO?

Me tiene bien cansado la teoría del terror. Me encuentro tan seguido con argumentos de corto alcance que confieso mi preocupación. ¡Será verdad que se propagó la epidemia con el virus que se come el cerebro?

Hoy tuve una charla con un chico español quien me decía que el sistema que impera en el mundo occidental no se puede comparar porque tenemos muchas más libertades que en una dictadura. Asumamos que se refiere a su referente más cercano: El régimen franquista (1936-1975). Aunque su frase lleve explícita una contradicción, me puso a pensar un poco. Sólo un poco.

¡Tan internalizada está la lógica del temor, de la amenaza, que hasta los más rebeldes (la juventud) asumen que sólo podemos optar por las alternativas que nos muestra el sistema? ¡Es asombroso! Si llegas a manifestar que no te gusta lo voraz de este sistema y lo macabro del ¡Sálvese quién pueda!, surge la respuesta inmediata: ¿Y qué quieres: Una dictadura?

¿Quién dijo que las alternativas son esas? Nos imponen un trazado de cancha dentro del cual movernos y de ahí, como corderitos, no salimos. Y obvio, elegimos lo menos malo: También dentro de lo que se nos ofrece.

Ese es el principal triunfo que tiene la maquinaria del mercado sobre nosotros. Nos impusieron un modelo de éxito, uno de democracia, otro de aspiraciones, de imagen, y cada uno es una tarea diaria que tratamos de conseguir. Nos hablan de individualismo, de competencia, de obtener cosas y de producir. Pero dentro del margen que nos impone el sistema como válido en estos ámbitos. No nos queda tiempo para pensar y menos para imaginar algo que se salga del esquema.

Si nos salimos del sistema y de manera individual optamos por el bien colectivo. Si aspiramos a una forma de producir conocimiento y empoderamiento (por usar un término empresarial) de cada individuo como un actor de cambio, el sistema se levanta autoritario y asoma las garras que tiene detrás de las rejas. Esas que no vemos pero sabemos ahí, y que por tanto consideramos más peligrosas y poderosas de lo que en realidad son.

Un mundo mejor es posible sólo si lo imaginamos y hacemos algo por conseguirlo. ¿Qué nos espera si no nos lo planteamos siquiera? Cambiar el mundo que habitamos, que sea más justo, que haya igualdad de oportunidades, que la posibilidad de crecer humana, intelectual, filosófica y espiritualmente, no esté mediado por le número de ceros que tenga la cuenta del banco. Todo eso, depende de nosotros. Pero hay que concebirlo como posible y visualizarlo como objetivo. Si eso no está en nuestra mente y menos en nuestros corazones, definitivamente la batalla está perdida.

¿A quién le cabe en la cabeza que la justicia y el hambre sean necesarias? ¿Quién afirma que un mundo más equilibrado no es más deseable que el que habitamos? Pero también: ¿Quién está dispuesto a hacer lo que debe para que lo logremos?

Que se acabe el hambre. Que haya solidaridad y justicia y que ambas no se expresen en forma de limosnas. Que exista la posibilidad de educación para todos quienes quieran acceder a ella. Que tengamos acceso a la salud y que las personas no se mueran en sus casas porque no tuvieron dinero para el bus que los lleve a un centro de salud o menos para los medicamentos.

Que en ese centro de salud nos traten bien, sin importar si hay o no para pagar por el servicio. Que importe más la vida de los la gente que lo que reciban por salvarla. Que las naciones se preocupen de los seres humanos.

¿Es muy disparatado desear eso? Pero obvio: Es más cómodo decir que eso es utópico. Que es imposible. Que mejor nos quedamos de brazos cruzados porque debemos producir. Ser funcionales al sistema es mejor. Para que no nos miren como bicho raro. Para no resultar incómodos. Es casi como temerle al ridículo y al qué dirán y nos inmovilizamos aun a costa de nuestra conciencia, que se duerme, que se anestesia.

Si uno no es capaz de cambiar, es incapaz de crecer, eso es lo que nos hace este sistema y nosotros entramos en el juego con cada paso que dejamos de dar, con cada pelea que evadimos por comodidad. Asumimos que no es posible cambiar y nos quedamos sin hacer nada. ¿Eso a quién beneficia? ¿O a qué?

EL cambio comienza por uno mismo. Hay que transformarse y creer en uno mismo. Hacer conciencia de qué es lo que quiero modificar en mi interior, para mejorar mi entorno inmediato. Mirar a lo lejos y tratar de ver el mundo que quisiera habitar. Observarlo con calma, y salir a su encuentro.

Allá lejos, está el mundo que soñamos. Un mundo que no tiene nada que ver con las ofertas que nos ofrecen en los aparadores del mercado. Uno que está por construirse y que espera por sus constructores. Hay que creer en él y no renunciar al viaje antes de hacer el esfuerzo por alcanzarlo. Bueno, al menos eso es lo que pienso yo.

*Periodista. Viajero desde 1995 de países como Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Ha vuelto a radicarse en Chile desde diciembre pasado. Sus debilidades: derechos humanos y a la información.