DICTADURA O SISTEMA ¿QUIÉN DIJO?

Me tiene bien cansado la teoría del terror. Me encuentro tan seguido con argumentos de corto alcance que confieso mi preocupación. ¡Será verdad que se propagó la epidemia con el virus que se come el cerebro?

Hoy tuve una charla con un chico español quien me decía que el sistema que impera en el mundo occidental no se puede comparar porque tenemos muchas más libertades que en una dictadura. Asumamos que se refiere a su referente más cercano: El régimen franquista (1936-1975). Aunque su frase lleve explícita una contradicción, me puso a pensar un poco. Sólo un poco.

¡Tan internalizada está la lógica del temor, de la amenaza, que hasta los más rebeldes (la juventud) asumen que sólo podemos optar por las alternativas que nos muestra el sistema? ¡Es asombroso! Si llegas a manifestar que no te gusta lo voraz de este sistema y lo macabro del ¡Sálvese quién pueda!, surge la respuesta inmediata: ¿Y qué quieres: Una dictadura?

¿Quién dijo que las alternativas son esas? Nos imponen un trazado de cancha dentro del cual movernos y de ahí, como corderitos, no salimos. Y obvio, elegimos lo menos malo: También dentro de lo que se nos ofrece.

Ese es el principal triunfo que tiene la maquinaria del mercado sobre nosotros. Nos impusieron un modelo de éxito, uno de democracia, otro de aspiraciones, de imagen, y cada uno es una tarea diaria que tratamos de conseguir. Nos hablan de individualismo, de competencia, de obtener cosas y de producir. Pero dentro del margen que nos impone el sistema como válido en estos ámbitos. No nos queda tiempo para pensar y menos para imaginar algo que se salga del esquema.

Si nos salimos del sistema y de manera individual optamos por el bien colectivo. Si aspiramos a una forma de producir conocimiento y empoderamiento (por usar un término empresarial) de cada individuo como un actor de cambio, el sistema se levanta autoritario y asoma las garras que tiene detrás de las rejas. Esas que no vemos pero sabemos ahí, y que por tanto consideramos más peligrosas y poderosas de lo que en realidad son.

Un mundo mejor es posible sólo si lo imaginamos y hacemos algo por conseguirlo. ¿Qué nos espera si no nos lo planteamos siquiera? Cambiar el mundo que habitamos, que sea más justo, que haya igualdad de oportunidades, que la posibilidad de crecer humana, intelectual, filosófica y espiritualmente, no esté mediado por le número de ceros que tenga la cuenta del banco. Todo eso, depende de nosotros. Pero hay que concebirlo como posible y visualizarlo como objetivo. Si eso no está en nuestra mente y menos en nuestros corazones, definitivamente la batalla está perdida.

¿A quién le cabe en la cabeza que la justicia y el hambre sean necesarias? ¿Quién afirma que un mundo más equilibrado no es más deseable que el que habitamos? Pero también: ¿Quién está dispuesto a hacer lo que debe para que lo logremos?

Que se acabe el hambre. Que haya solidaridad y justicia y que ambas no se expresen en forma de limosnas. Que exista la posibilidad de educación para todos quienes quieran acceder a ella. Que tengamos acceso a la salud y que las personas no se mueran en sus casas porque no tuvieron dinero para el bus que los lleve a un centro de salud o menos para los medicamentos.

Que en ese centro de salud nos traten bien, sin importar si hay o no para pagar por el servicio. Que importe más la vida de los la gente que lo que reciban por salvarla. Que las naciones se preocupen de los seres humanos.

¿Es muy disparatado desear eso? Pero obvio: Es más cómodo decir que eso es utópico. Que es imposible. Que mejor nos quedamos de brazos cruzados porque debemos producir. Ser funcionales al sistema es mejor. Para que no nos miren como bicho raro. Para no resultar incómodos. Es casi como temerle al ridículo y al qué dirán y nos inmovilizamos aun a costa de nuestra conciencia, que se duerme, que se anestesia.

Si uno no es capaz de cambiar, es incapaz de crecer, eso es lo que nos hace este sistema y nosotros entramos en el juego con cada paso que dejamos de dar, con cada pelea que evadimos por comodidad. Asumimos que no es posible cambiar y nos quedamos sin hacer nada. ¿Eso a quién beneficia? ¿O a qué?

EL cambio comienza por uno mismo. Hay que transformarse y creer en uno mismo. Hacer conciencia de qué es lo que quiero modificar en mi interior, para mejorar mi entorno inmediato. Mirar a lo lejos y tratar de ver el mundo que quisiera habitar. Observarlo con calma, y salir a su encuentro.

Allá lejos, está el mundo que soñamos. Un mundo que no tiene nada que ver con las ofertas que nos ofrecen en los aparadores del mercado. Uno que está por construirse y que espera por sus constructores. Hay que creer en él y no renunciar al viaje antes de hacer el esfuerzo por alcanzarlo. Bueno, al menos eso es lo que pienso yo.

*Periodista. Viajero desde 1995 de países como Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Ha vuelto a radicarse en Chile desde diciembre pasado. Sus debilidades: derechos humanos y a la información.

2 comentarios:

Unknown dijo...


amigo periodista, sus escritos me hacen pasar por variados pensamientos y sentimientos pero que verdad cuando dice "Si uno no es capaz de cambiar, es incapaz de crecer, eso es lo que nos hace este sistema y nosotros entramos en el juego con cada paso que dejamos de dar, con cada pelea que evadimos por comodidad. Asumimos que no es posible cambiar y nos quedamos sin hacer nada. ¿Eso a quién beneficia? ¿O a qué?

EL cambio comienza por uno mismo. Hay que transformarse y creer en uno mismo. Hacer conciencia de qué es lo que quiero modificar en mi interior, para mejorar mi entorno inmediato. Mirar a lo lejos y tratar de ver el mundo que quisiera habitar. Observarlo con calma, y salir a su encuentro."

Creo que la verdadera construcción hacia la propia felicidad esta en hacer aquello que uno quiere que pase en su vida, perseverar, perseguir y volver cuántas veces sea necesario para construir el entorno en que queremos vivir... no importando cuánta oferta haya en los aparates como dices, porque cuando no está en tu interés el consumir como si esta vida fuera sólo para frivolidades, no esta en tu interes, hay que mirarse hacia adentro y no perderse en lo de afuera ....
siga con buen viento,
Fran

César-in dijo...


Francisca, le agradezco su comentario... Si el artículo la hace pasar por espacios de pensamiento, me doy por bien servido... Buen viento para usted...



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