FUNCIONALES A UN SISTEMA PERVERSO

Apelar a la moral es un terreno escabroso en el Chile de hoy. Hace veinte años, o tal vez más, todavía era posible generar convocatoria alrededor de temas éticos o apelando a la justicia. Actualmente a uno lo miran como un bicho raro cuando se atreve a afirmar que hay cosas que son inaceptables desde esta perspectiva.

¿En qué mundo vives? Se atreven a decir, los que se atreven, porque un gran número sólo lo sugiere. Cosas concretas, macizas, pragmáticas, son las únicas que sirven de argumento ante un mundo cuyo verbo favorito es producir.

El mundo de la productividad y la lógica empresarial domina nuestro entorno de una manera alarmante. “¿No te has dado cuenta que el mundo es como es y no hay nada que hacer?” Ó “Es lo que hay”, me repiten con demasiada frecuencia en el recorrido diario y eso me asusta.

El respeto, el honor, la palabra empeñada, la justicia, la solidaridad, el bien común, son palabras distantes que parecen ajenas y anacrónicas. “Sigues en el pasado. Te quedaste pegado”. ¡Pero si las consecuencias de lo que pasa en Chile las vivimos a diario! ¡Es un tema de hoy!

El exilio de chilenos y chilenas que lucharon contra la dictadura es algo que convive con una sociedad amnésica, casi esquizofrénica en pleno 2009: Por una parte el Estado reconoce que estas personas fueron torturadas para obtener confesiones que se usaron para condenarlas, al punto que se trata de reparar el daño y mensualmente les deposita una cantidad en sus cuentas de banco. Y por otra, se les prohíbe pisar suelo chileno.

La persecución del pueblo mapuche, que es sistemáticamente estigmatizado y perseguido con una ley antiterrorista heredada de esa dictadura de la que reniega el Gobierno. Pero ¡Hay de quién se atreva a cuestionar la represión del Estado! Se le encarcela o se le persigue por “peligroso o peligrosa”. Hace dos semanas que le quitaron su equipo fotográfico al periodista Marcelo ‘Chino’ Garay, por ir a investigar en terreno –lo mínimo que se puede pedir a un periodista-, y los Carabineros en la impunidad: El procesado es él.

Una ley de Amnistía pesa sobre nuestra institucionalidad y caminan por la calle los uniformados que hicieron ‘samba y canuta’, mientras los ojos de la ONU nos observa y nos “sugiere” que esas cosas no se hacen. Pero lógico, ellos no vivieron lo que nosotros en dictadura y no saben que en Chile tenemos que tratar con cuidado a nuestros militares.

Y hablando de ellos, sin ir más lejos, las cantidades exorbitantes de dinero que se gastan en armamento, para defendernos de otro enemigo invisible que nos pueda llegar a amenazar, mientras se mantiene durante más de un mes a los profesores de la educación pública en paro por una demanda de un dinero que se les adeuda desde el año 2007: ¡Y los revoltosos son ellos!

Se negocia con la minera Barrick Gold entregar los glaciares de Pascua Lama, en Huasco Alto, a cambio de un porcentaje del oro que extraigan. Una aberración ambiental impresentable. Y a eso le llamamos progreso, al fin y al cabo esta empresa producirá lo que nosotros no podemos, para seguir ensanchando nuestras arcas y estar preparados para otros futuros tiempos de crisis.

El desempleo llega al 9,8% y la ministra Claudia Serrano pide que los jóvenes no presionen el mercado laboral y se queden en casa. Imagino que para que las cifras no sigan aumentando.

Los diputados son descubiertos en prácticas vergonzosas en un reportaje de Televisión Nacional que, aunque desbalanceado, denuncia que muchos ‘honorables’ ni siquiera cumplen con un mínimo en el ejercicio de sus funciones. Y resulta que se reclama a los periodistas por exacerbar la mala imagen con que ya cuenta esta institución entre la ciudadanía. Pero de ahí no pasa y en un par de semanas ya nadie dirá nada.

Podría hacerse una lista interminable de ejemplos que demuestran que algo, estructuralmente debe ser cambiado, pero los juicios morales son desestimados y resultan estériles o al menos insuficientes para tomar cartas en el asunto.

Parece que la democracia nos durmió como a la bella del bosque. Descansamos peligrosamente frente a la pantalla a la vuelta de una jornada ‘productiva’ -¿Para quién?, me pregunto-, y esperamos que aquellas personas a las que respaldamos con un voto resuelvan las cosas que nos preocupan: El asunto es determinar qué es lo que nos preocupa realmente.

Nos volvemos funcionales a un sistema perverso, que acentúa las diferencias y perpetúa la abulia colectiva y por tanto la momificación del poder. Eso nos vuelve por lo menos cómplices, si no hacemos nada por cambiarlo o denunciarlo. Pero obvio, para eso primero hay que salir de la modorra y desearlo.

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